Por: Laura Cano, periodista Pares.
Hablar desde el privilegio es difícil, aun cuando la referencia a ese privilegio es para que lo dejemos de lado.
Primeras semanas de enero: el año empezó con asesinatos sistemáticos en varios sectores de la sociedad. Uno de ellos, el de las mujeres trans. En este punto es necesario hacer la claridad que cuando escribimos trans, nos estamos refiriendo a las mujeres transgénero y transexuales. Esto, sin desconocer a las personas travestis y a quienes se paran desde lo no binario para determinar su identidad social e individual, es decir, no encasillándose en las categorías mujer/hombre.
En ese momento del año cuatro mujeres trans fueron asesinadas en distintos puntos del país: Medellín, Ibagué y Neiva. Lo que encendió las alarmas, pero en poco sectores, porque de nuevo el tema quedo estancado; sin investigaciones y muy poca atención por las entidades que deberían estar al tanto.
El inicio de este año es solo una radiografía de lo que han venido sucediendo con la comunidad trans en cuestiones de seguridad y acceso a la justicia. Según el informe Sobre la Situación de Mujeres Lesbianas, Bisexuales y personas Trans en Colombia 2013- 2018 de Colombia Diversa, Fundación GAAT y Diversas Incorrectas: “entre 2013 y 2017 fueron asesinadas 160 personas trans, estos crímenes habrían estado motivados por el prejuicio hacia la Orientación sexual e identidad de género (OSIG) de las víctimas. A la fecha (2018) sólo se ha imputado el delito de feminicidio por dos asesinatos de mujeres trans”.
El feminicidio, un delito contra la población trans
Si bien, en el 2015, después de un ir y venir, se creó el tipo penal de feminicidio como delito autónomo, planteado en la Ley 1761 del 06 de julio de ese mismo año, bajo el reconocimiento al caso de Rosa Elvira Cely, solo hasta diciembre de 2018 un asesinato a una mujer trans fue tipificado por primera vez de esta forma.
Se trató del caso de Anyela Ramos Claros que fue asesinada por Davinson Stiven Erazo Sánchez, quien, a pesar de haberle imputado el cargo de feminicidio agravado, fue condenado a una pena de 20 años, pues el juez dictaminó que él sufría de esquizofrenia y por ende su tiempo de condena debía ser menor y en un centro de atención psiquiátrica.
Ante esta situación, es una prioridad analizar en qué contextos se habla de feminicidios y femicidios; en el primer concepto se consideran a los asesinatos motivados por cuestiones del ser y sentirse mujer, esto bajo las relaciones de poder que se atraviesan de manera estructural a través del patriarcado; en el segundo término, están los homicidios a mujeres que no son tratados desde una perspectiva de género.
Este tipo de casos ponen en evidencia que el sistema penal colombiano carece de enfoque de género para tramitar los casos que son puestos en las distintas entidades. Que, si bien puede haber talleres pedagógicos para los funcionarios, aún falta mucha tela por cortar para garantizar que el trato y tramite que se les dé a las personas trans en el sistema penal sea el adecuado tanto con ellas, como para quienes son los responsables de las violencias que viven a diario.
“Resulta que los mismos funcionarios violentan esta identidad de género llamándola a una por un nombre jurídico. Desde ahí comienza la invisibilización de nuestros casos. La justicia nos ha violentado. Nos matan, nos apuñalan y no pasa nada; así sea el marido, sea un cliente, pero a la justicia no le importa. No hay un doliente que se haga cargo y que reclame por lo que nos pasa. En el caso de la chica de Neiva hay videos, fotos, hasta testigos de lo que sucedió, pero no se procede en nada”, recalcó Yoko Ruíz, directora de la Red Comunitaria Trans.
“La revolución será transfeminista”
Primeras semana de febrero: “Aunque vistan falda o leggins, ¡no se admiten penes en el baño de mujeres!”, “El transfeminismo no existe. Los trans femeninos no son mujeres”. Estos fueron algunos de los mensajes que escribieron en las instalaciones de la Universidad del Valle, los cuales llevan a varias reflexiones y a su vez ponen de forma muy directa lo que es ser una mujer trans en ambientes cotidianos.
Hay que cuestionar que, si bien hay muchas formas de pararse desde los feminismos, hay algo común en esa lucha que muchas han asumido como propia, y es arrancar las bases de los sistemas de opresión, entendiendo que uno de los ejes de esos sistemas es el binarismo de género.
Pensarse las luchas, también significa que estas se deben trenzar, que hay que tener conciencia de los privilegios que tenemos para empezar a construir de forma trasversal la justicia social y la vida digna. Desde este punto, hay que reclamar que en los ambientes educativos a los que tenemos acceso haya políticas de género que lleven a la creación de ambientes seguros para las mujeres trans y así procurar una pronta disminución de la violencia.
“Hay una desinformación gigante en temas de género, vemos cuáles son los argumentos de cierto grupo para que las personas trans puedan entrar o no a algunos lugares y nos damos cuenta de eso. Hay un prejuicio del comportamiento de las personas trans que creen que nosotras entramos al baño a cosas diferentes que a hacer nuestras necesidades. Se nos vulnera desde ahí el derecho a habitar algunos espacios y bajo esa dinámica se presentan una serie de violencias que no se han tenido muy en cuenta. Bien poquitas que son las mujeres trans que pueden acceder a una educación superior y ni siquiera podemos ir al baño que es algo tan simple y cotidiano”, resaltó Cristina Rodríguez.
“Sanamos y perdonamos”
“Nosotras pensamos que el género es un don, ustedes piensan que es una categoría. Lo masculino y lo femenino son energía. Queremos tener control sobre todo y no podemos. Somos la energía que atraviesa todo lo natural y ¿qué es lo natural? Lo natural es trasmutar, es transformarse, es trascender”. –
El arte se ha configurado como un escenario para llevar a los demás realidades diversas, este se ha sido un canal para reflejar otras verdades. Eso lo tiene claro la Red Comunitaria Trans, en donde desde el 2012 se han tratado temas judiciales, psicológicos, políticos, artísticos con personas trans, principalmente en Bogotá, así como lo cuenta Yoko Ruíz: “Es trabajar en cómo puedo hacer ese tránsito hacia lo femenino, teniendo respeto y valor, porque si está la misoginia que nos afecta a todas, imagínense lo que pasa con nuestros cuerpos y con la sociedad que piensa que no somos sujetas de derechos o de políticas”.
Muestra de lo anterior es Continuum, un espacio, entre otros que se han creado desde la Red, en el que el arte como herramienta ha generado otros relatos de las experiencias e historias de las mujeres trans, sin caer en los mismos discursos de siempre, pero sí esto teniendo claro que muchas de las mujeres que han llegado a la Red han sufrido de varias formas lo que ha sido el conflicto armado en Colombia, esto desde desplazamientos, desapariciones, violaciones que permanecen en la memoria que las mujeres trans no pierden y que utilizan estos recuerdos para crear actos reparadores entre ellas.
“Nos preguntábamos cómo hablar de lo trans sin hacerlo ver tan amarillista y pornomiseria, sino que fuera algo más objetivo y real, hablando de trabajo sexual, porque es una realidad, pero también hablando de nuestras vidas mediante el performance. Ya con esta herramienta solo son necesarios los objetos para poder demostrar algo.
Por ejemplo, desde la comida (elementos que son eje de Continuum), cada una era algo que recordaba de la tierra de donde provenían: para una era cuando iba a la playa y veía todo el montón de cocos; volvía a su cabeza su sabor, olor, pero también cuando la golpeaban, para otra eran las piñas; cuando se levantaba y veía todos los campos de esta fruta, también los limones; ellas recordaban las enseñanzas de sus abuelas y todo las enseñanzas sanadoras que hay alrededor de esta fruta. El performance fue lograr esa comunicación entre las vidas, los cuerpos y la sanación”.
“Sanamos, sanamos, sanamos y sacamos. Limpiamos, limpiamos y también perdonamos”. –
Fuente: https://pares.com.co/2020/02/14/nuestra-identidad-nos-esta-costando-la-vida/